Estaba dando vueltas a la cuestión del vacío de Jorge Oteiza cuando me topé con esta voz valiente, fuerte y reveladora:
«me desnudé abierta en sacrificio
vaciada
y poco a poco lo que carezco me volvió muralla»
Se trataba de los primeros versos del poemario Artikoa/ Ártica (Amargord, 2012) de la bilbaína Izaskun Gracia. Después de leerlos, sentí vértigo. Es una poesía desnuda, vacía también de todo lo superfluo; eterna, esencial. Luminosa y rítmica. Se trata de un gran libro. Poco se puede añadir. Tan sólo algunos de sus versos.
«sobrevolé con argucias un territorio abandonado y el exilio
me despertó del vuelo en otra tierra
donde el cuerpo no se hizo para caer sino astillas
y las horas no esperaron a que estuviésemos preparados»
«qué confesaré cuando la realidad me pierda
a quién confundiré con qué cadáver aún latiendo o apenas tibio
en qué me convertiré antes del fin»
«materia ceniza desbordada entre las costillas te enredas como una lacra
qué tendré que mentir esta vez
o la próxima cuando la torpeza presente las ganas de coserme a estocadas
qué caeré
si tras besar el suelo me traga el asfalto la fuerza el vientre
donde todo lo guardo y ya nada nace»
«habitamos terreno agotado de hambre de barbecho
mientras las semillas de lo que deseamos se nos pudren en los bolsillos
quizá porque nos creímos más fuertes que los años
y no notamos las raíces destrozándonos por dentro»